Casino Cultural Agropecuaria de Aljucer. Jueves 2 de junio de 2016.
Jueves 2 de junio. Enrique Luján Pujante visita de nuevo su pueblo, Aljucer. En esta ocasión invitado por el Casino Cultural Agropecuario de Aljucer, en la celebración de su 60º aniversario.
ACLF y PatrimoniAljucer organizan el acto. Ainhoa Sánchez acude como alcaldesa para saludar al invitado. Pepe Martínez, presidente y parte de la directiva del casino esperan en la puerta a don Enrique Luján. Un grupo de personas quieren saludarlo y tras un período largo de tiempo conseguimos acercarlo al salón de actos del piso superior del casino.
Familiares, amigos y conocidos alargan el preámbulo del acto que pretende ser un pequeño homenaje a una persona muy apreciada y respetada en Aljucer.
“Aljucereños” tiene como objetivo poner en valor personas vinculadas con Aljucer, aljucereñas o no, que tienen algo que contar. En este caso un aljucereño de “pura cepa” y que tiene mucho que contar nos acompaña.
Ginés Marín y Antonio Zaragoza recuerdan en la presentación del acto que los objetivos son “crear puentes”, puntos de encuentro, poner en valor la fraternidad como vínculo entre los seres humanos.
Enrique Luján “Mucho más que un médico”, toma la palabra y hace un extenso recorrido por su niñez y su juventud en el Carril de las Palmeras, de donde es nativo, contando con pelos y señales las señas de identidad de este rincón de la huerta: el carril, las palmeras, las acequias, las higueras, los ruiseñores, las golondrinas, el barro…, pero también habla de los juegos de su infancia, del trabajo en la huerta en una familia de once hermanos, del trillo, de la “ventá”, de las eras y con especial cariño habla también de sus maestros en Aljucer y en el Instituto Alfonso X el Sabio.
Cuenta con detalle sus recuerdos de los puntos emblemáticos del Aljucer de su infancia: los molinos, los ventorrillos, la clínica veterinaria, los puestos de parada de animales, los juegos de bolos.., aprovechando para contar anécdotas en los que ha recordado a personas muy conocidas en el pueblo, sobre todo entre los mayores y para quien pedía un reconocimiento público. De una manera particular ha recordado a don Tomás Pellicer su primer maestro y para Pepe el Lorquino, que atendió a su padre y a sus hermanas en una epidemia de tifus.
También recordó a don José Gil Ortiz quien despertó en él la vocación por la medicina y a todas las personas que le ayudaron a hacer realidad su sueño de ser médico, desde Isidro el conserje de la Universidad hasta su cuñado Carrasco quien le matriculó en la Universidad.
Importante mención hizo a los sacerdotes de su época que marcaron en él un profundo sentido religioso de la vida. Especial mención hizo de don Juan Sáez Hurtado, “don Juan el Bueno” quien está en proceso de canonización. Destacó su implicación con los más necesitados, su dedicación a los jóvenes y sobretodo su mirada penetrante que a todos impresionaba.
Estudia Medicina en Granada tras ganarse una beca por oposición que le exigía que sus notas fuesen siempre de Notable para arriba, y consigue además ser alumno interno tras un exigente examen ante tres catedráticos y con más de doscientos aspirantes en liza.
De Granada partió a Barcelona al Hospital San Pablo, donde realizó su especialización en Medicina y Cirugía del Aparato Digestivo, teniendo la suerte de ser alumno de uno de los mejores internistas que ha dado la historia de la medicina española, don Agustín Pedro Pons.
Unos años después regresa a Murcia donde se instala para ejercer la Medicina. Circunstancias de la vida, que no detalló, le hicieron director del hospital “La Obra del 18 de julio” y unos años después director del Hospital de la Cruz Roja de Murcia. No se detuvo en muchos detalles de esta época pero su fama iba en aumento. El director del Insalud de la época le propone opositar a una de las últimas plazas de especialista de Digestivo de la Seguridad Social en Ambulatorios. Por supuesto, la ganó y estuvo trabajando hasta su jubilación.
Contó anécdotas de su amor por la música, recordando un galardón que le dio el Orfeón Fernández Caballero, de sus vivencias en las milicias universitarias donde conoció a personas importantes de la época y como fue nombrado “fallero mayor”.
A Enrique le faltaba tiempo para contar todos sus recuerdos, expresados con minuciosidad y con claridad aportando además detalles de la educación de la época que recibió en su infancia y juventud comparándola con la actual. En algunos momentos se sintió defraudado por los valores que imperan en la sociedad actual en la que no se hace un buen uso de las libertades de las que gozamos. Destacó el respeto con el que se hablaba a los mayores en su época y por su puesto al maestro a quien todo el mundo saludaba cuando pasaba a su lado con aprecio e incluso con leves reverencias.
Una velada excelente en detalles y en historia, que se quedó corta porque don Enrique tenía mucho que contar y el tiempo pasaba inexorable.
Pepe Martínez, presidente del casino dio el galardón a Enrique Luján, que las asociaciones prepararon como símbolo del “Aljucereños”. Se trata de una réplica de un puente del siglo XVIII de dos ojos, que sirve de paso para dos acequias: la Mayor de Barreras y la acequia de Alguazas en pleno centro de Aljucer. Todo un símbolo para construir puentes entre aljucereños, para ir unidos a pesar de las diferencias y para crear puntos de encuentro.
Durante más de media hora los asistentes al acto departieron juntos tomando un vino español con cascaruja, en un salón contiguo. Pensamos que también en este caso se cumplieron los objetivos: Construir puentes.
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