¡Ya llevo casi un año en Sophia y me parece toda una vida!
Es curioso cómo la vida, cuando entra en juego la relación con los demás, se convierte en una vida rica y plena, con dificultades pero que merece la pena vivir.
Estoy estudiando política, economía, sociología, filosofía, teología, racionalidad científica, lógica, etc. Pueden parecer los ingredientes de un pudding mental, pero son los componentes para un diálogo plural e interdisciplinar. Cuando uno se encuentra en el mundo laboral, y más aún en el mundo cultural, tratar de encontrar una solución que nazca de un diálogo claro y razonado no es nada fácil. Un ejemplo claro es la incapacidad de los políticos de encontrar medidas acordes a las necesidades de los economistas, y viceversa, de encontrar soluciones que satisfagan a un mundo cada vez más globalizado.
Hoy, la sociedad nos enseña a especializarnos en un campo, normalmente el que hemos estudiado, pero no nos enseña a relacionarnos con las demás disciplinas. Estoy aprendiendo cómo se pueden encontrar estas soluciones, y para hallarlas se necesita ir a lo profundo del ser humano, de donde nacen todas las ramas de las disciplinas humanísticas.
Pero no basta sólo con estudiarlas. En la vida cotidiana, en los momentos de diálogo interdisciplinar con los compañeros me doy cuenta de nuestra «deformación» profesional: pienso de un modo, razono de un modo, utilizo categorías propias de mi formación, etc. (no sé si habéis notado la diferencia de hablar con un ingeniero, un filósofo, un político, un abogado, un económico, etc.). Es en esos momentos cuando me doy cuenta de la diferencia cultural e intelectual entre todos nosotros.
Pero es en esta diferencia donde se puede encontrar un nexo de unión a través de un dialogo crítico, descubriendo que la otra persona, con todo su patrimonio cultural, en lugar de reducir nuestra capacidad mental, la enriquece, siendo capaz de acoger las ideas del otro.
Es un diálogo profesional que nace de entre personas, con su propia cultura, que llevada a cada ámbito disciplinar hace florecer soluciones efectivas.
Y no se trata de convencer al otro o a mí mismo, sino de encontrar una nueva solución que nace de nuestras propuestas. Y esta experiencia sólo se hace si uno llega a conocer la disciplina del otro como si fuera la mía.
Alberto Sánchez