Después de una interesantísima y apasionante conferencia de Manuel E. Mira en la presentación de su novela “El murmullo del tiempo”, en el casino de Aljucer, le hemos pedido a Manuel que nos conceda una pequeña entrevista tras su paso por Aljucer.
En primer lugar, ¿podrías darnos una valoración de tu primer contacto con los aljucereños? ¿Has encontrado una acogida adecuada respecto a ti y a tu novela en Aljucer?
Sinceramente me sorprendió muchísimo. Hasta ahora las presentaciones de mi novela habían sido… como más “institucionales”: Edificio Moneo (con la presencia de Comunidad Autónoma y Ayuntamiento); Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Industriales (compañeros profesionales); Museo Ramón Gaya (presentación a miembros de la cultura y las letras murcianas)
En cambio, la presentación en Aljucer fue una presentación espontánea y directa; como si la estuviese haciendo a las personas para las que había escrito esta novela. Era lo más natural; sin más aditamentos.
Saliste contento del acto celebrado en el casino.
Me sentí muy cómodo delante de los aljucereños que con tanta atención y “ganas” me escuchaban. Me parecía que no era yo el que les hablaba, que eran los mismos personajes de la novela quienes lo hacían, y realmente era así, porque tan sólo nos separan de ellos tres o cuatro generaciones ¡Nada!
El diálogo posterior fue muy ameno y cercano; participativo y sincero. Me sentí como en casa; como un aljucereño más entre vosotros.
El marco del casino fue el adecuado. Tenéis un casino magnífico y una junta directiva sensible y participativa. Es muy de agradecer esa actitud y, para colmo, el ágape final.
La organización y la presentación fueron perfectas.
En tu novela insistes en la necesidad de recuperar las tradiciones perdidas de nuestros ancestros murcianos. Qué tradiciones y costumbres te gustaría recuperar cuanto antes.
He intentado, y creo que se ha conseguido, ser muy fiel a las tradiciones y vivencias de nuestros abuelos y bisabuelos ─me parece que hablar de ancestros nos aleja más de ellos, cuando no es así─. Hablamos de personas que, no hace tanto tiempo, han vivido en nuestros pueblos, en nuestra huerta, en nuestras casas. Han pasado por nuestras calles y a las que casi hemos conocido. Hasta puede que alguno de ellos nos viera y nos sonriera cuando estábamos en nuestra cuna. Personas que, aún sin conocernos, nos han amado y nos han legado su patrimonio, su lengua, su gastronomía, su manera de ser y de sentir. Personas cuyos hijos, nietos y biznietos son nuestros vecinos, nuestros amigos y también nosotros mismos.
Para mí, el rescate más próximo que deberíamos hacer es el del Mayo como canto de enamoramiento. Sería un hito el que fuese Aljucer el que lo rescatara como tal. Poetas, como Jara Carrillo y Frutos Baeza, o como Martínez Tornel y Díaz Cassou, o nuestros propios bisabuelos sin ir más lejos, se removerían de alegría al ver que el pulso amoroso de nuestra huerta sigue vivo y que su joven descendencia ha recogido el esqueje y lo ha vuelto a plantar para que no muera.
Otro sería el recuperar el toque de Conjuro en las campanas de la Catedral.
Hay muchos más.
En la sociedad actual, tan diferente culturalmente a la del siglo XIX, piensas que son transportables los valores que transmites en la novela.
Cuando hablamos de siglo XIX nos parece algo arcaico, cuando tan sólo han transcurrido ciento cincuenta años, apenas dos vidas, tres o cuatro generaciones. Es cierto que la tecnología ha hecho que diez años de ahora equivalgan a cien años de entonces pero hay que tener en cuenta que una cosa es el mando a distancia de la tele, o las llaves de un coche, y otra muy distinta son los sentimientos; los genes donde se encuentran las raíces de nuestros valores.
Yo pienso que hemos importado otras costumbres que nos son ajenas porque no hemos sabido guardar y poner en valor las nuestras. Pongo un ejemplo: En los mismos años en los que transcurre la novela, se “inventan” el Bando de la Huerta y el Entierro de la Sardina. Han sufrido la misma transformación cultural y tecnológica, pero ellos han permanecido y han sido adoptados como incuestionables valores murcianos. Nadie lo discute.
Lo mismo puede ocurrir con nuestros valores que nos han sido legados, que no “inventados”, pero tenemos que recuperarlos y ponerlos en valor. Está en nuestras manos ese esqueje, ese retoño del que antes he hablado, y depende de nosotros el volverlo a plantar.
Creo sinceramente que lo necesitamos y que si somos constantes volverá a brotar.
Tienes en marcha algún proyecto literario.
Todos los días escribo. Esa ya es una constante en mi vida.
Ahora estoy escribiendo una novela que trascurre entre 1470 y 1530 y, como siempre, con Murcia al fondo.
Hay otra novela, ya comenzada, que espera su oportunidad, y otra en fase de documentación.
También tengo una colección de relatos que puede que publique como intermedio.
Crees que los aljucereños podremos mantener un contacto activo y de cooperación con Manuel Mira en el futuro próximo.
Nada me gustaría más. Lo deseo y me ofrezco a ello. Yo también tengo la responsabilidad, y la obligación, de ayudar a plantar esos esquejes. Contad conmigo.
Veré, además, la forma de resaltar en mi obra a ese trozo del corazón de la huerta de Murcia que es Aljucer.
Muchas gracias.